No te lamentes porque no eres de esta o aquella manera; ni solloces con lágrimas de menosprecio por lo que eres mental y físicamente. Ufánate de las capacidades mentales de que estas investido y de la constitución física que conforma tu escultura, pues ambas te definen como persona emplazada en este mundo. Y como no puedes cambiar tus facultades psíquicas por otras, ni sustituir tu cuerpo por otro diferente y ajeno a tu propio ser, entonces ríe, ríe más y más gozosamente por ser quien eres. En verdad, aunque seas un efímero y simple resplandor de presencia física en el universo de la vida, tú aprisionas en conciencia esa luz de existir dándole sentido al ser que eres: vives sabiendo que sabes de ti y de lo que te rodea. Por esa misteriosa gracia surgistes y te mantienes en la vida, hecho que te invita a elogiar lo providencial por haberte plasmado física y psíquicamente en criatura humana. Pero cántale al dios que llevas dentro, reflejo del Gran Todo, y halágalo por ser tú aquí y ahora una expresión existencial, cual punto luminoso y espiritual que luce virtuosidades |